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Desde este espacio los invitamos a pensar, tanto los acontecimientos políticos como las producciones filosóficas y espirituales de nuestro continente y del Mundo Islámico, más allá de los presupuestos ideológicos a partir de los cuales se construye "la realidad" desde los medios masivos de comunicación y de los que se nutren, también, las categorías de análisis de buena parte de la producción académica.

Esperamos sus aportes.

lunes, diciembre 22, 2014

“Yúsuf y Zuleykhá” de Jamí




Pasaje de “Yúsuf y Zuleykhá” de Jamí




En soledad, donde el Ser sin signos habitaba,

y todo el Universo yacía aún latente

oculto en desapego, un Ser estaba

exento de la “yo-” o “tú-” idad y apartado

de toda dualidad; Belleza Suprema,

Inmanifestado, excepto para Sí Mismo

a Su propia luz, mas investido con el poder de encantar

las almas de todos; escondido en lo Invisible,

Escencia pura, inmaculada por el mal.

Ningún espejo para reflejar Su hermosura,

ni peine para tocar Sus mechas; la brisa matutina

nunca agitaba sus trenzas, ningún colirio

daba lustre a Sus ojos, niguna mejilla rosada

sombreada por oscuros rizos como jacintos

ni melocotón había allí; ningún pardo lunar

adornaba Su rostro; ningún ojo había aún contemplado

Su imagen. A Sí Mismo cantaba canciones de amor

en medidas sin palabras. Por Sí Mismo creaba

la tintura del amor.




Mas la Belleza no puede tolerar

ocultamiento y velo, ni paciente descansar

sin ser vista y admirada: romperá todas las ataduras,

y desde Su enclaustramiento al mundo

se revelará. Mira donde crece el tulipán

en altas praderas, cómo en la fragrante primavera

se engalana; y cómo entre sus espinas

la rosa silvestre desgarra su vestido y revela

su belleza. Tu también, cuando un raro pensamiento,

o bella imagen, o profundo misterio

destelle en tu alma, no puedes permitir

dejarlo pasar, sino sostenerlo, que quzá

con la voz o la escritura lo divulgues

para encantar al mundo.




Donde quiera que habite la Belleza,

tal es su naturaleza, y su herencia

de la Belleza Imperecedera, que emergió

desde reinos de pureza para brillar sobre

los mundos y todas las almas que en él moran.

Un destello cayó de Él al Universo,

y sobre los ángeles, y este rayo

los deslumbró hasta que sus sentidos giraron

como el cielo que rota. En formas diversas

cada espejo Lo mostró y por doquier

se entonaron sus alabanzas en nuevas armonías.




[…]




Cada partícula de materia que hizo constituyó

un espejo, haciendo que cada una reflejara

la belleza de Su rostro. De la rosa

destellaba Su belleza y el ruiseñor

mirándola amó locamente. De esa Luz

la vela obtuvo la refulgencia que atrae

a la mariposa a la inmolación. En el sol

brilló Su Belleza y directamente de la ola

el loto levantó su cabeza. Cada brillante mecha

del cabello de Leyla atrajo al corazón de Majnún

porque algún rayo divino brilló reflejado

en su hermosa faz. Fue Él quién a los labios de Shirín

prestó esa dulzura que tuvo potestad de robar

el corazón de Parvíz y la vida de Farhád.




Su Belleza se muestra por todas partes

y a través de las formas de belleza terrenales resplandece

oscurecida como a través de un velo. Revela

Su rostro a través del abrigo y así destruyó

la paz de Zuleykha. Donde veas un velo,

detrás se esconde Él. El corazón

que cede al amor, Él lo hechiza. Por Su amor

el corazón está vivo. Ansiándolo, el alma

es vencedora. Ese corazón que parece amar

a lo hermoso de este mundo, lo ama sólo a Él.




¡Cuidado! No digas: “Él es todo Hermosura

y nosotros Sus enamorados”. No eres sino el cristal

y Él la Faz frente a él, cuya imagen

es reflejada por el espejo. Sólo Él

es manifiesto, y tu en verdad estás oculto.

El Amor Puro, como la Belleza, que procede de Él,

se revela en ti. Si con constancia

puedes mirar, finalmente percibirás

que Él es también el espejo: Él igualmente es

el Tesoro y el Cofre. “Yo” y “Tú”

no tienen lugar aquí y no son sino fantasías

vanas e irreales. ¡Silencio! Pues esta historia

no tiene fin y ninguna elocuencia tiene poder

para hablar de Él. Es mejor para nosotros amar,

sufrir en silencio y ser nada.






Versión ofrecida por GRANVILLE BROWNE, Edward. En Un año entre los Persas. Editorial El Cobre. Barcelona. 2004. Págs. 141-143.