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Desde este espacio los invitamos a pensar, tanto los acontecimientos políticos como las producciones filosóficas y espirituales de nuestro continente y del Mundo Islámico, más allá de los presupuestos ideológicos a partir de los cuales se construye "la realidad" desde los medios masivos de comunicación y de los que se nutren, también, las categorías de análisis de buena parte de la producción académica.

Esperamos sus aportes.

jueves, marzo 28, 2013

Sheij Al Buti y Bertolt Brecht



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Sheij Al Buti y Bertolt Brecht


Por: Mikail Alvarez Ruiz


Un famoso texto de Martin Niemöller, generalmente y de forma errónea atribuido a Bertolt Brecht, dice así:


“Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista.

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata.

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista.

Cuando vinieron a buscar a los judíos, no pronuncié palabra, porque yo no era judío.

Cuando finalmente vinieron a buscarme a mi, no había nadie más que pudiera protestar”.

 

El reciente asesinato del sheij Muhammad Sa'id Ramadan al Buti, junto a otros más de cuarenta musulmanes en la mezquita Al Imam de Damasco mientras impartía una de sus habituales clases, parece haber despertado como una bofetada a algunos musulmanes sunnis ante una realidad que querían ignorar y que desgraciadamente padece el Islam desde hace ya muchos años, y que no es otra que el terrorismo wahabo-salafi que asola muchos rincones de la Ummah.

La muerte del sheij Al Buti y de sus compañeros de martirio no es la primera de musulmanes sunnis a manos de esos criminales, ni mucho menos, ni siquiera se trata del asesinato del primer sheij, pero tal vez sí se trata de la figura más prominente en el mundo sunni tradicional que ha caído a manos de los asesinos takfiristas wahabo-salafis, que actualmente tienen a Siria como uno de sus principales centros de actuación, sin olvidar nunca a Iraq o Pakistán.

Todos estos años de terror wahabo-salafista ha contado con la indiferencia, cuando no la complicidad por acción u omisión, de la mayoría de los dirigentes y población sunni, ya que, generalmente, las víctimas de los asesinos wahabo-salafis son shi’as y sus iras, además de sobre los shi’as, solían dirigirse contra sufis, cristianos a cualquier otro grupo “desviado”, considerando estos sunnis que la historia no iba con ellos, no les afectaba.

Precisamente sheij Al Buti fue una de la pocas figuras destacadas en el mundo sunni tradicional que venía alertando a su comunidad, de manera clara, sobre el peligro que para el propio Islam sunni representa la ideología wahabo-salafi, y que abiertamente denunció este terrorismo como real perversión del verdadero concepto del yihad en el Islam.

En Siria, entre los sheij sunnis, al sheij Al Buti antecedieron en el martirio a manos de los criminales wahabo-salafis personalidades tales como el sheij Hassan Bertawy, el sheij Abdul Latiff Ash Shami, el sheij Muhammad Ahmad Awf As Sadiq, el sheij Adnan Saab o el sheij Abdullah As Saleh, además de centenares de otros musulmanes sunnis (y por supuesto también varios sheij shi’as, sheij alawis o sacerdotes cristianos, además de población de esas mismas creencias). El “delito” de todos ellos es común; no ceder ante el totalitarismo wahabo-salafi.

Siria es el primer caso donde el terror wahabo-salafi se ha extendido profusamente a la población sunni y a sus dirigentes, si bien abiertamente en las soflamas de los líderes de estos terroristas no se reconoce tal hecho. Ellos califican a todas sus víctimas por igual de “herejes, shi’as o infieles”, arrogándose -al igual que hicieron sus antepasados jariyitas- el derecho a decidir quien es o no musulmán, y lo que es peor, a disponer de la vida y los bienes de quienes ellos consideren fuera del Islam.

La protección mediática que estos grupos tienen (además de la política y económica) como fieles servidores de los intereses imperiales americano-sionistas, de los que sus patrocinadores árabes son unos meros esbirros, ha hecho que la población sunni no fuese consciente del peligro que para ellos mismos representa esta ideología. Si bien su prédica sistemática fuera de la península arábiga comenzó en los años 60, fue especialmente tras el triunfo de la Revolución Islámica en Irán cuando esta se promovió intensamente como intento de vacuna frente a unas “ideas peligrosas”, poco convenientes para la monarquía saudí y sus satélites del Golfo, y mucho menos para sus amos americano-sionistas. Así, miles le libros wahabo-salafis fueron inundando los estantes de las librerías árabes, y cientos de “ulamas” formados en los centros de adoctrinamiento saudíes se colocaron al frente de innumerables mezquitas en todo el mundo, después, Internet y la televisión por satélite completaron la trama “cultural”, y así, poco a poco, sin los afectados darse cuenta, el Islam sunni tradicional fue desapareciendo lenta, pero inexorablemente, de la vida de buena parte de la población sunni, adoptándose en su lugar formas y pensamientos que nada tenían que ver con la tradición islámica de sus países, aún sin estos reconocerse ni como wahabis ni como sálalfis.

Más tarde, tras el extraño atentado del 11 de Septiembre de 2001, los EE.UU. desencadenaron una serie de acciones con el fin de hacerse con un mayor control del oriente islámico, plan, para cuyo desempeño, fue fundamental la aparición de un nuevo elemento en la geopolítica occidental, el “terrorismo islámico”, tanto para su utilización mediática como fomentador de islamofobia en occidente con la que enmascarar esos planes imperiales ante su población, a través de atentados contra intereses o ciudadanos occidentales como los de EE.UU. España, Reino Unido, Marruecos o Bali, bien para utilizarlo como elemento de choque contra gobiernos a los que los EE.UU. quisieran doblegar o controlar, como cuando comprendieron que no podrían dirigir el futuro de Iraq a su antojo tal como ellos habían diseñado, o cuando, más recientemente han querido derrocar a gobiernos como el libio y ahora el sirio (sin olvidar las acciones de estos grupos en diferentes lugares del Cáucaso o África, siempre paralelas a los intereses occidentales).

Para todos estos papeles ha sido, y es, fundamental la presencia de las hordas de fanáticos que poco a poco fueron formándose años atrás bajo la tutela saudí. La verborrea de estos grupos wahabo-salafis está repleta de llamadas contra los infieles, los herejes, y contra todo bicho viviente (menos sus padrinos del Golfo), pero sus acciones curiosamente siempre han ido dirigidas contra los musulmanes, bien directamente contra sus personas en la mayoría de los casos, bien contra la reputación del Islam. Sin embargo, todo el aparato mediático “árabe” ha ido encaminado a presentar a estos individuos como verdaderos luchadores de la pureza del Islam frente a los herejes y deformadores; sin ninguna demostración, sin ninguna prueba, a pesar de lo que sus acciones o sus omisiones (por ejemplo, jamás han estado estos grupos wahabo-salafis en la lucha contra los sionistas en Palestina) dicen.

Y esto poco a poco ha ido calando en el subconsciente de la mayoría de la población sunni, “a fin de cuentas son enemigos de los shi’as, que no se que son, pero que me ha dicho que son gente muy, muy, pero que muy mala”, y miraban para otro lado mientras se entretenían viendo alguna infumable película egipcia, o mirándose al ombligo, o mientras se ocupaban en controlar los litros de agua que cada uno gasta en el wudu para ver lo correcto de su salat (en actitud, por otra parte, absolutamente wahabi).

Considerar que el atentado contra el sheij Al Buti, o los habidos contra otros líderes religiosos, o población civil en Siria, Iraq, Pakistán o cualquier otro lugar, es simplemente obra de un “loco”, es querer seguir negando la realidad. Cuando este tipo de acciones se dice que es obra de “un loco”, nos referimos a una acción individual, esporádica y espontánea, protagoniza por individuos realmente sicóticos (por ejemplo las típicas matanzas en EE.UU. o la matanza de Noruega en 2011). Pero cuando se nos presenta la realidad del terrorismo wahabo-salafi estamos ante una estrategia premeditada, que independientemente de la capacidad mental del fanático que ejecuta cada uno de los crímenes, estos responden a un plan y una organización que busca unos fines determinados (que por supuesto van en contra los intereses de los musulmanes, sean estos sunnis, shi’as o sufis).

Lejos de intentar minimizar estos crímenes como obra de meros “locos”, habría que ser valientes e ir directamente al fondo llamando a las cosas por su nombre. Estos crímenes forman parte de un plan de los enemigos del Islam (de dentro y de fuera) para destruirlo desde su propio interior promoviendo la confrontación sectaria entre los musulmanes. Estos crímenes están alentados y amparados por una ideología muy concreta y determinada, que llámese wahabi, llámese sálafi, llámese yihadista, llámese como se quiera llamar, es una misma ideología perversa y destructora, que nada tiene que ver con la santidad, ni la pureza, ni ninguno de los atributos que ellos mismos se arrogan. Y esta ideología es lo que hay que denunciar sin ningún tipo de ambages.

Se dice en esta tierra que nunca es tarde si la dicha es buena. Ojalá que la muerte de sheij Al Buti sirva al menos para que esa bofetada despierte realmente aunque sólo sea a una parte de la población sunni hasta ahora adormecida, y no quede todo en un simple cambio de postura para continuar el plácido sueño tras la picadura del mosquito.

Insha Allah la muerte del sheij Al Buti sirva para que al menos una parte de la población sunni tome conciencia de la realidad, y cuando llegue el día que vayan a por ellos, al menos siga quedando alguien que pueda levantar la voz frente al totalitarismo wahabo-salafi.