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Desde este espacio los invitamos a pensar, tanto los acontecimientos políticos como las producciones filosóficas y espirituales de nuestro continente y del Mundo Islámico, más allá de los presupuestos ideológicos a partir de los cuales se construye "la realidad" desde los medios masivos de comunicación y de los que se nutren, también, las categorías de análisis de buena parte de la producción académica.

Esperamos sus aportes.

domingo, diciembre 16, 2012

'Irfan, el camino gnóstico del Shiísmo

                                     
                                   Arabic Calligraphy



‘Irfán: el camino gnóstico del Shiísmo



“Nuestra causa es un secreto dentro de otro secreto,
el secreto de algo que permanece oculto,
un secreto que sólo otro secreto puede develar;
es un secreto acerca de un secreto que se basta con un secreto”.
                                                                                                                    Ya’far As Sadiq,  VI Imam shiíta.



            El Islam, en toda su riqueza y complejidad, reconoce diferentes caminos mediante los cuales aprehender el mensaje revelado por Dios a su Profeta Muhammad (mal conocido como Mahoma)  y contenido en el Sagrado Corán. La muerte del Profeta del Islam  en el año 632 despues de Cristo significó también la progresiva delimitación de las dos escuelas o ramas más importantes del Islam: la Sunna, a la que suscribe en la actualidad alrededor del ochenta y cinco por ciento de los musulmanes del planeta, y la Shi’ah que representa el quince por ciento restante. Contrariamente a lo que suele sostenerse, incluso desde  algunos ámbitos académicos, las diferencias entre ambas escuelas no se reducen simplemente a una pugna por la dirección de la entonces joven comunidad, sino que implica toda una serie de consideraciones relacionadas con los niveles de interpretación del mensaje revelado. Así, mientras la Sunna reconocía en los jalifas que siguieron a Muhammad una autoridad meramente política, la Shi’ah sostenía que quien habría de hacerse cargo de los asuntos de los creyentes no podía ser sino aquel que poseyera un conocimiento espiritual  transmitido directamente por el Profeta y a quién Dios hubiera preservado del error. En base a una tradición (hadíz), relacionada específicamente con un versículo coránico, en la cual se narra cómo Muhammad cubre y proteje con su manto a cinco miembros de su familia a quienes Dios purifica en el mismo acto[1], la Shi’ah reconoció en ‘Ali (primo y yerno del Profeta) al primero de una cadena de doce descendientes que preservarían, para los sinceros buscadores espirituales, el conocimiento profundo de La Revelación, velado a los ojos de la mayoría. Un famoso dicho de Muhammad  reza: “Yo soy la ciudad de conocimiento y ‘Ali es la puerta”, confirmando así la función iniciática de este último. En el Sagrado Corán encontramos explícita la promesa de una guía divina para los creyentes: “…os pondrá (Dios) una Luz que ilumine vuestra marcha”[2]. Y es el mismo Profeta quien se encarga de señalar la vinculación celestial que lo une a ‘Ali empleando nuevamente el simbolismo lumínico: “Yo y ‘Ali somos una sola y misma Luz… Yo fui con ‘Ali una sola y misma Luz catorce mil años antes de que Dios hubiera creado al Adán terrestre”[3] . De la lealtad para con ‘Ali y su familia vendrá el nombre con el que se los conoce: “shi’atul ‘Ali”, los seguidores de ‘Ali. Así, mientras el jalifa entre los sunnitas tendrá un poder de carácter temporal y mundano, los Imames[4] shiítas serán los “amigos intimos de Dios” (Awliyá Allah) y los custodios de la sabiduría profética, pues “todos los Imames son una sola y misma Luz, una sola y misma esencia, ejemplificada en doce personas. Todo lo que se aplica a una de ellas, se aplica igualmente a todas las demás”[5].
           


Al ser rapidamente desplazados del poder, los  shiítas fortalecieron una estricta disciplina del arcano, en la convicción de que ‘Ali y sus once descendientes mantendrían abiertas las puertas de la iniciación cuando las de la profecía se habían cerrado para siempre con la muerte de Muhammad. Los trabajos atribuidos a los Imames en los cuales se profundizan aspectos relacionados con el desarrollo del alma del creyente son abundantes, siendo el amor por el Profeta y su familia el elemento fundamental de la mística que sustenta todo el pensamiento shiíta.
           

 La Sunna por su parte, asumió la dirección del Imperio Islámico dando formas más precisas a los elementos exotéricos del Mensaje procurando sobre todo homogeneizar los aspectos centrales de la doctrina con el fin de mejorar la administración y organización del Estado. Algunos autores afirman que en este proceso la Sunna descuidó, como escuela, el desarrollo del conocimiento esotérico y que a esta necesidad intentó dar respuesta el movimiento espiritual que surgió de ella y que en Occidente conocemos con el nombre de Sufismo.


Es interesante observar la relación profunda que vincula al Sufismo con los Imames de la Shi’ah. De hecho, de las cuarenta y un ordenes sufies tradicionales, cuarenta remontan su cadena de transmisión espiritual a ‘Ali, mientras que la orden restante, la Naqshbandiyya, ubica al sexto Imam shiíta, Ya’far As Sadiq,  entre uno de sus primeros maestros. Los autores shiítas no dudan en afirmar que el Sufismo sunnita se nutre principalmente de las enseñanzas de la familia del Profeta  pero que se equivocan al colocar al Shaij principal de la Orden en el lugar que, en la Shi’ah, ocupa el Imam. Haydar Amuli, destacado pensador shiíta del siglo XIV, sostiene que el sufi es un shiíta que olvidó el papel central del Imam en la transmisión del conocimiento espiritual. Incluso Ibn Jaldún escribe: “Así pues, los sufies se saturaron de las teorías de la Shiah, que penetraron profundamente en sus ideas religiosas”. El islamólogo francés Henry Corbin coincide con Amulí al remitir a la Shi’ah los orígenes del Sufismo señalando que esta última corriente reúne en el Profeta las características propias del Imam, desconociendo la función específica de este como Custodio y Transmisor de los secretos esotéricos del Mensaje[6]. Para  Seyyed Hossein Nasr “puede decirse que el esoterismo islámico cristalizó en la forma del sufismo en el mundo sunnita mientras que impregnó toda la estructura del shiísmo desde sus orígenes”[7]. Las tradiciones dan cuenta del contacto permanente entre los Imames y los máximos referentes de Sufismo sunnita por lo menos hasta el octavo Imam llamado ‘Ali Ar Rida muerto en el año 818 de la era cristiana. El Imam Ar Rida cesó el contacto con aquellos circulos que se autoproclamaban como sufies debido no sólo a la necesidad de actuar con  la mayor cautela posible frente a la hostilidad de los gobernantes (recordemos que once de los doce Imames murieron asesinados) sino también por las actitudes pomposas y soberbias de muchos de los que se hacían llamar sufíes. A partir de ese momento, y en un proceso gradual, la gnosis shiíta recibirá el nombre de ‘Irfan para distingirse del Sufismo. Sin embargo, y como testimonio de la estrecha relación que hermanó en sus orígenes a ambas corrientes místicas, no resulta extraño aun hoy encontrar ambos terminos utilizados como sinónimos en los libros shiítas que versan sobre la vía espiritual del Islam.   
  

 La palabra ‘Irfan designa, entonces, a un conocimiento de tipo gnóstico entendido siempre como el saber relacionado con los misterios divinos reservados a una elite, que en este caso es espiritual[8] . La elección de este termino no parece casual  ya que al hacer referencia con él a cierta clase sabiduría, el shiísmo intenta establecer una distinción entre los estados superiores del alma alcanzados por la iluminación y la reflexión profunda, de los arrebatos extáticos comunes en el Sufismo, muchas veces peligrosos e inapropiados como lo demuestra la triste experiencia de Hallay y su martirio. Una tradición atribuida al Profeta señala con exactitud el Legado que los Imames han de custodiar y dispensar con la anuencia divina: “Que Dios proteja después de mi a ‘Ali y a los herederos de mi posteridad  -dice Muhammad-  pues ellos son los Guías. Dios les ha dado mi comprensión  y mi ciencia, lo que quiere decir que tienen el mismo rango que yo, en cuanto a la dignidad de mi sucesión y de la del Imamato”[9]. En la importancia otorgada al conocimiento y la sabiduría como caminos conducentes a Dios, la Shi’ah no se aparta de lo que el mismo ‘Ali recomendara: “No existe adoración tal como la reflexión en la Obra de Dios, Poderoso y Majestuoso”[10]; mensaje que adquiere mayor contundencia en las palabras  del VII Imam, Musa Al Kazim: “La superioridad del sabio sobre el devoto es como la superioridad del sol sobre las estrellas”[11].


 El concepto de ‘Irfan se impondrá definitivamente con la instauración del Reino Safaví en Irán en el siglo XVI. Recordemos que esta dinastía tuvo sus orígenes en una orden sufi de Asia Central que incorporó, a medida que fue expandiendo  y consolidando su poder, algunos elementos del shiísmo. Se inició con ella un proceso interesante y contradictorio en la historia de esta rama del Islam. Por un lado se declaró a esta escuela como la oficial del reino, dando lugar a una epoca de esplendor para el pensamiento shiíta que se había desarrollado, hasta ese momento, casi en la clandestinidad. Pero por el otro, la institucionalización del shiísmo como “religión de Estado” supuso la formación de una especie de clero oficial demasiado preocupado en los aspectos relativos a la jurisprudencia. El gran filosofo iraní ‘Ali Sharití sostuvo que el impacto que  a nivel popular tuvo la actitud de los safavíes fue nefasta, ya que lejos de exaltar entre los creyentes aquellos elementos del shiísmo que hacen referencia a la lucha por los desposeídos y la justicia social, hizo hincapié en fomentar el recuerdo de los Imames asesinados, promoviendo multitudinarias manifestaciones de dolor  en donde se incluían escenas de autoflagelación. “El shiísmo rojo de la revolución, decía Shariatí, fue suplantado por el shiísmo negro del luto, funcional al Estado”[12]. Durante  este período, muchos hombres mundanos empezaron a utilizar las vestimentas que caracterizaban a los sufíes con el fin de congraciarse con las autoridades e intentando obtener beneficios por parte de estas, empleándolas como símbolos de estatus, desacreditando así  al Sufismo ante los ojos de la gente. La palabra Sufismo se había degradado y ya no daba cuenta de la profundidad del camino espiritual del Islam. El termino ‘Irfan se impuso, desde entonces, en los círculos shiítas.



El Corán y las enseñanzas del Profeta Muhammad y su familia son las fuentes esenciales del ‘Irfan y las guías indiscutibles para el buscador espiritual. Esta no es una diferencia menor con el sufismo, cualquiera sea la orden de la que hablemos, pues en la gnosis shiíta los Imames no están incluidos en una cadena de transmisión que los contiene sino que son ellos, los doce Imames, la cadena completa sin que haya necesidad de nadie más; fueron elegidos como “Amigos intimos de Dios” desde antes de la creación. Todo el conocimiento trascendente es protegido, custodiado y dispensado por los miembros de la Casa del Profeta, cuyo ultimo representante es el Duodecimo Imam, Muhammad Al Mahdi, quien, de acuerdo con la tradición shiíta no está muerto sino que se encuentra oculto, velado a los ojos  de quienes son incapaces de percibirlo con el organo sutil del corazón. A esto se refería el Sexto Imam cuando dijo: “Ciertamente nuestros seguidores poseen cuatro ojos: dos en la cabeza y dos en el corazón”[13].  Los Imames lejos de ser sólo hombres sabios y piadosos cumplen una función espiritual de dimensiones cósmicas y, en tanto se constituyen en Guardianes de los Secretos de la Revelación, son manifestación de la Misericordia divina para los creyentes. No podría pensarse el mundo y el sentido del mensaje divino si no hubiese instaurado Dios un custodio que velase por él siempre, y hacia el cual los hombres pudieran dirigirse en busca del conocimiento que libera al alma en la medida en que la somete al designio divino. Guiado por el amor al Profeta y su familia, el gnóstico shiíta  no deja de esperar la reaparición física de XII Imam para que se levante como Guía de la humanidad toda, procurando al mismo tiempo develarlo en su interior  como fuente del Conocimiento Divino, pues el Corán le recuerda que “en la tierra hay signos para los convencidos, y en vosotros mismos también. ¿Es que no veis?”[14]. Es conciente, además, de que sus esfuerzos por purificar su alma no son una tarea individual sino que se trata de un trabajo colectivo a fin de reconducir la creación  en su conjunto hacia Su Señor. Por ello, nadando entre las preciosas letras del Mensaje, su corazón repite las palabras de Dios escritas en El Libro:


“Ciertamente, Dios no cambiará  la condición de un pueblo mientras este no cambie lo que en sí tiene”[15].  







Husain 'Ali  Molina





[1] “Dios sólo quiere libraros de la mancha, Gente de la Casa, y purificaros por completo” (Sura 33, aleya 33). Emplearemos en el presente trabajo la traducción de Julio Cortés: “El Corán”, Ed. Herder, Barcelona, 1993.

[2]  Sura 57, aleya 28.

[3]  CORBIN, H. “El Shiísmo”,  en Revista Kauzar; año IV, Nº 14. Teherán, 1996. 

[4]  La palabra Imam designa a aquel que se mantiene o camina delante de los demás, al que guía.

[5]  Expresiones de Haydar Amulí recogidas por Corbin  en “El Shiísmo”,  en Revista Kauzar; año IV, Nº 14. Teherán, 1996. 

[6] Es interesante la respuesta que Frithjof Schuon, sufí y uno de los máximos representantes de la sophia perennis de nuestro tiempo, ofrece al planteo de Corbin  en “Aproximaciones al fenómeno religioso”, Olañeta Editor, Barcelona, 2000.

[7] NASR, Hossein.”Sufismo Vivo”, Ed. Herder, Barcelona, 1984. Pag. 133.

[8] Seguimos aquí el concepto de gnosis que propone el Dr García Bazán. Cfr. Francisco García Bazán en Gnosis, la esencia del dualismo gnóstico, Ediciones Castañeda, Buenos Aires, 1978, Pag. 31. En el mismo sentido es empleado por Henry Corbin en sus numerosos trabajos relacionados con el Shiísmo.

[9]  CORBIN, H. “El Shiísmo”,  en Revista Kauzar; año IV, Nº 14. Teherán, 1996. 

[10] Tradición tomada de “Amali Tusi”, Tomo I, pág. 145; reproducida y traducida al castellano en: “Al Haiat”, Organización de Propagación Islámica, Teherán, 1994. Tomo I, pág. 29.

[11] Tradición tomada de “Tuhaful ‘Uqul”, pág. 302; reproducida y traducida al castellano en: “Al Haiat”, Organización de Propagación Islámica, Teherán, 1994. Tomo I, pág. 41.

[12] SHARIATI, Ali. “Shiísmo Rojo”, Editorial Sohof, Teherán, 1991.

[13] Tradición registrada en “Tasirul ‘Aiashi”, Tomo II, pág. 244; reproducida y traducida al castellano en: “Al Haiat”, Organización de Propagación Islámica, Teherán, 1994.  Tomo I, pág 9.  

[14]  Sura 51,aleyas 20 y 21.

[15]  Sura 13; aleya 11.